No era sólo el tacto. Su piel indeleble rozando la mía, y esa aureola ensangrentada mimando el sillón. Por un instante dejó de tratarse del hambre que nos torturaba.
Ya no había escenarios ni techos que nublaran la vista. Ese segundo en el que su carne sangró fue como un rayo quebrando el silencio, iluminando en un parpadeo toda la oscuridad.
Esa era su naturaleza de luciérnaga inacabable.
No era sólo el tacto. Era todo su cuerpo animado. Su silueta indefinible colmaba los espacios impenetrables de la noche. Aún no sé qué nombre que tenía, mucho menos si era mujer, hombre o bestia. Pero su textura pálida se volvía el elixir que mis labios marchitos ansiaban.
Y cuando mis dedos inoportunos acariciaron su cuerpo de algodón, su presencia estalló en mil tormentas y se dibujó a los pies de la luna nevada.
No era sólo ese instante en que dejaba de ser mía. Era mi cuerpo destruyendo la insoportable densidad de su figura y dejándola reinar en la oscuridad.
Era sólo asesinar lo que no vive.
2 comentarios:
Ay crash, que carácter taurino el suyo!
Besotes,
fico
Hay q extirpar lo muerto, que destruye lo vivo. Asesinar lo sin cabeza y dejar vivir lo que respira.
Saluditos crash! (cmo el tema de aerosmith)
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