14 de noviembre de 2009

fotografía de la soledad


Desde afuera la casona se veia desprolija. Con los años las paredes se iban desvistiendo, poco a poco. Ahora se podía ver su piel chabacana, rasgada por el polvo, impregnada de tiempos perdidos y sombras efímeras. Algo había quedado ahí, algún roce despistado de los peatones distantes. La cerca sombría se alzaba silenciosa, los barrotes mudos eran brazos cubriendo los espacios vacios, protegiendo la ceguera indeleble del pasto mal crecido.

Adentro los muebles gemian delicadamente, ya cansados de usos y desusos. Las ventanas acallaban el paisaje desolado. Desde un rincón, él mira de reojo la habitación. No hay nadie, está rodeado de huellas incendiadas, de recuerdos nostálgicos que rasguñan sus ojos. Antes, ya no sabe bien cuándo, las baldosas resonaban bajo las pisadas inquietas de visitantes, amores, niños y putas ahora extraviados.

Algo pasó. Ya no hay nadie detrás de la gatera y las luces alumbran accidentalmente los restos de una vida que ya no es. Las moscas vuelan y sobrevuelan la crudeza del vacío. Las flores despintadas y raídas sollozan sobre sus cuerpos marchitos. La cama esta sin hacer. El ritual ya no tiene sentido, las sábanas se acomodan en el desorden y allí quedan. Insuficientes, insatisfechas.

Las escaleras ahogadas de pasos desentendidos cuelgan repletas de sordera. El silencio se extiende escalón por escalón.

Sobre la mesa una taza vacía con restos de café insípido acompañada por un cenicero inundado de colillas y del cadáver de la nicotina suicida.

Es la soledad la que rellena los espacios vacios. Es el cuerpo olvidado, la presencia ausente del solitario, los recuerdos extintos, las palabras tiradas sobre el suelo.

Es el retrato del abismo que queda en la carne cuando ya no hay espacio para el pasado.

La última gota de vino añejo, el último baile armónico del humo de un cigarro. Es un último tango antes de dormir. El último tren de cercanías, las dos velas sobre el aparador cubriendo de luz espesa lo poco que queda.

Algo pasó. Los ecos de ayer fotografían la soledad de una casona desprolija. Todavía se escucha la nostalgia, todavía quedan silencios bajo la luz.