13 de mayo de 2008

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Una casa se mece sobre la vereda. Tiene viento, tiene marea y sal. En su techo todo el cielo, todas las tormentas de girasol. Ella entiende y envejece. Abre sus ventanas para airear su cuerpecito de madera. La humedad, poco a poco, la mordisquea. Tiene un jardín, donde se peina su belleza de dirección olvidada. Y sus paredes - paredes almidonadas de aroma añejo - se visten con cuadros estáticos y silenciosos. Se maquilla de blancos y ocres, de caobas dulces y se pone marcos como aretes endiablados. Sí, ella baila sobre la vereda. Es la casa, es el seno de la furia.

1 comentario:

Quijote dijo...

"Sí, ella baila sobre la vereda. Es la casa, es el seno de la furia." Cada escrito tuyo me remonta a la poesía existencialista y quizá hasta surrealista (en algunos puntos) de los años 70. Posee esa flama que arde por detrás de las palabras y deja entrever una búsqueda inherente a la condición humana, pero que sin embargo tantos han hecho caso omiso refugiados en las patéticas ruinas del materialismo