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Enloquezco, me descubro camuflandome con los matices.
Mi cabello araña las paredes y se mezcla virtualmente con los parapetos que lo rodean. Y brilla, le encanta brillar y volver a ser nada. Se desespera, mi cabello se desespera, y juega con mis manos, las derrite, las licua, las empotra contra los finos pelos endemoniados.
Mi ropa escapa, huye, se dispersa entre el suelo exánime - muerto el suelo por la insoportable imagen de un angel terrenal -.
Mis vestimentas se arrancan de mi piel deseosas de vestir el desierto que hay a mis pies. Y yo otra vez enloquezco, mi cuerpo se retuerce en la alfombra, destruido, se confunde, grita y todavia se retuerce enfurecido , abandonado.
Y las alas permanecen sobre mi piel, intactas, vírgenes. Se escurren, bailotean alrededor de la sombra. Vuelan. No, no vuelan, se arrastran, se elevan.
Y otra vez vuelve a ser hoy. Me quedo diluyendo mi cabeza entre mis dedos, mi cuerpo en la alfombra. Desnuda, peligrosa, en peligro.
Y otra vez. Y otra, y otra.
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