1 de agosto de 2010

Fémina tempo


Hay una hora impermeable, indeleble.
Y ahí, entre sus espinas pasajeras, se esconden mis párpados gastados.
Saltando entre las agujas, te pido que me mires,
que escribas con tinta almicida mi nombre en tus labios.
Ya no me importa con qué vocablos quieras llamarme, pero mi cuerpo silencioso reclama salir de las sombras, de esa noche invariable en la que me escondo cuando veo tus huellas a lo lejano.

Un susurro se escurre por el abismo de tu boca.
Siento la humedad de tu lengua nombrandome
y algo detiene esa hora.
Mientras saboreas la pronunciación, mi cuerpo se relame en curvas, cabello y uñas.
Tus labios danzandome, creándome con suavidad.
Y es ahí
-en ese tiempo sin nombre-
cuando comienzo a vestirme de piel.
Las horas se quebraron, ya no hay segundos para ocultar las distancias,
sólo eso faltaba,
pintar mi alma con tu voz
y renacer en la música que me nombra.

Ya no importa cómo me llames en esa hora enmudecida.
Ahí, en la esquina vertical de mi sombra tú me nombras
y ahora soy yo.
Soy la hora impermeable. La hora indeleble que se cuela en tus labios.

A veces, el tiempo tiene forma de mujer.