21 de julio de 2008

Nicotina.

Todo estaba ahí. La humedad se filtraba por la cerradura y la imagen punzante de la soledad se erguía en el suelo.
Miraba con recelo mientras devorada de a pitadas el suicidio lento y eficaz de la nicotina aferrándose a sus pulmones. Su cigarro incendiado escupía bocanadas de humo, y con la agresividad de una fiera atacando su muerte, ella abría sus fauces para tragarlo todo.
Arqueaba sus cejas y su lengua gélida caminaba por su labio superior.
Ahí, entre toda la mierda del fin de hora, ella cojía con la fumarada.
Y yo, su espectador, rompía la niebla de su silueta y silenciosamente observaba su danza a través del pestillo gastado.
Todo estaba ahí, en esa habitación. La invitación muda para acariciar su cuerpo mientras ella, suspirando, se agitaba y jadeaba cada vez que abría su garganta e inhalaba el vapor suave y juguetón que, poco a poco, iba vistiendo de cenizas el suelo.
Todo mi infierno estaba ahí. No podría haber estado en ningún otro lugar.
Y su lengua
- aún paseándose por sus labios durante las pausas en que alejaba el filtro de su boca -,
fue mi invitación silente al frío ardiente de su distante alma.
Todos los infiernos estaban ahí.
Y entre sus labios, el único cielo que valía la pena tocar.

4 de julio de 2008

Haud Tempus (2).

Y no volver nunca más a las calles que escribieron mi nombre.
Negar el deseo de abrazar la blancura penetrante del suelo.
Dejar de besar toda tu natura en un instante.
Vaciar el estómago de promesas que devoramos.
Aplanar la irregularidad del encanto.
Saber que el reloj también se muere.
Y no volver a ver luz en tus rincones.
Parpadear buscando entre los dedos una figura, un ladrón.
Alguien se llevó mi invierno, y desapareció entre las hojas.
Negar la risa y viajar sin tiempos.
Alisar las sábanas y acomodarse para dormir en lo sin nombre.
Dejar de buscar un día, una hora, un señuelo.
Alguien se llevó mi eternidad.
Y no queda más que vaciar el vaso antes del fin.

Haud Tempus (1)-


desde abajo de todo.
de mi falda y mi historia.
ahogándose en la densidad de la noche
arremete con su furia de eternidad.
y despliega su cuerpo borracho de cadáveres.
entre los números sin principio ni fin
asoma y los besa
con su largo y delicado dedo.
apunta con su filo y abre una herida en el tiempo.
y ahí, colgando de la pared
están todas las cicatrices
que su paso va dejando.

2 de julio de 2008

DOLO SOLEDAD.


Desnudé mis cartas, mis manos y mis trenzas.
Y sin abrigo deje mis lunares, mi pelaje; mi escondite.
Entre los boquetes de la ciudad sin sol, me quito los trapos gastados y entreabriendo los labios de los atavíos, me dejo ver.
Desnudé mis sábanas de nombres impalpables y ecos sordos.
Escurrí los límites de la térmica y salvé mi piel de las estaciones.
Descorché mi alma embotellada.
Y pensé, que tal vez quisieras tomarla.